viernes, 10 de enero de 2020

Autofagia; despertando la capacidad de auto regeneración del cuerpo

Saltarse el desayuno podría ser una buena idea para renovarnos por dentro: favorece la autofagia, un proceso en el que la célula se come las partes averiadas que ya no le sirven


La autofagia es un mecanismo natural de regeneración que ocurre en nuestro cuerpo a nivel celular. Reduce la probabilidad de contraer ciertas enfermedades y prolonga la esperanza de vida.

Este mecanismo permite a las células luchar contra situaciones adversas y deshacerse de todo lo que se ha averiado o ya no les sirve. La palabra, derivada del griego, hace referencia a la idea de “comerse a uno mismo”, que sería el mecanismo a través del cual las células de nuestro cuerpo se degradan y reciclan sus propios componentes. Gracias a este ‘canibalismo’, el organismo se libra de las proteínas viejas e inservibles, e impide que se vayan acumulando y dando origen a patologías como el cáncer o el alzhéimer.

El asunto no es baladí y prueba de ello es que Christian de Duve, el científico que identificó este proceso y le dio nombre, recibió un Premio Nobel en 1974. Las investigaciones han proseguido y en 2016, otro científico, el japonés Yoshinori Ohsumi, recibió también un Nobel por sus hallazgos sobre el funcionamiento de este sistema de limpieza celular.

En 2016 el científico japonés Yoshinori Ohsumi ganó el premio Nobel por su investigación sobre los mecanismos de la autofagia, un proceso todavía poco estudiado. Su progreso contribuyó a un mayor entendimiento sobre enfermedades neurodegenerativas como el Parkinson o la demencia.

¿CUAL ES LA FUNCIÓN DE LA AUTOFAGIA?

El proceso de la autofagia fue identificado por primera vez en 1960, pero su importancia fundamental solo fue reconocida tras del trabajo de investigación de Ohsumi durante la década de 1990.

Este proceso provee a nuestro cuerpo de combustible para generar energía y le da los “bloques de construcción básicos” necesarios para la renovación celular. Así, las células usan la autofagia para deshacerse de proteínas dañadas y de orgánulos u organelos, que son las distintas estructuras contenidas en el citoplasma de una célula.

​Por ejemplo, después de una infección, mediante el proceso de la autofagia, podemos destrozar los virus y bacterias induciendo este proceso de manera natural.

Durante años, los científicos se han afanado en identificar de qué manera se puede estimular la autofagia, pues ello sería una clave para luchar contra diversas enfermedades, tanto físicas como neurodegenerativas e incluso revertir el deterioro provocado por el envejecimiento. Lo más sorprendente es que uno de los hallazgos ha sido que probablemente la vía más eficaz para activar este proceso sea la privación de nutrientes, es decir; el ayuno.

“El concepto de ayuno intermitente está cobrando cada vez más fuerza -corrobora el doctor Ángel Durántez, pionero de la aplicación en España de Age Management Medicine-. Yo lo he puesto en práctica con muchos pacientes y los resultados son muy potentes. Lo ves en los análisis: colesterol, glucosa, hemoglobina glicosilada, insulina, triglicéridos, tensión arterial… Todo disminuye. Al incluir periodos de ayuno se activan unas rutas metabólicas diferentes”.

“Biológicamente, la comida produce la activación de ciertas vías metabólicas (ligadas con el crecimiento y el anabolismo), mientras que el ayuno activa otras rutas (asociadas a la regeneración y al catabolismo)”.

Por decirlo de una manera sencilla: comer nos ayuda a crecer; ayunar, a regenerarnos.


Tenemos, pues, un software de autorreparación y autorregeneración incorporado en nuestro propio cuerpo, el problema es que el paradigma alimentario actual, que nos incita a hacer un mínimo de 3 a 5 ingestas de comida diarias, lo interrumpe y anula por completo. De esta manera, nuestro cuerpo no solo no puede autorrepararse, sino que comienza a acumular desechos y toxinas hasta que colapsa, traduciéndose este mal funcionamiento celular en enfermedades y trastornos varios, tanto físicos, como emocionales y mentales.

Necesitamos periodos de nutrición y crecimiento, pero también periodos de abstinencia y regeneración. Tiene mucho sentido a la luz de la evolución. Durante cientos de miles de años, nuestros ancestros alternaban etapas de abundancia con otras de abstinencia. Era común pasar varios días sin comer, pero cuando lograban dar caza a un gran animal se daban un festín.

En la actualidad, hemos mantenido las grandes comilonas, pero nos hemos olvidado de los momentos de escasez.

AYUNO INTERMITENTE


Hoy, en nuestro mundo occidental y sobrealimentado, tenemos comida a nuestro alcance permanentemente, por lo que el ayuno es una elección que debemos tomar conscientemente, y aún siendo conscientes de sus beneficios, los periodos de abstinencia, ya sean horas o días, pueden ser muy difíciles de llevar. Es necesario recordar que los alimentos que consumimos en la actualidad no tienen la pureza ni la calidad de los alimentos que se consumían antaño, entre otras cosas, debido al alto nivel de químicos y aditivos alimentarios (colorantes, conservantes, azúcares añadidos, semillas transgénicas…) que además de ser tóxicos y perjudiciales para la salud, sobrecargando nuestro cuerpo de toxinas, también son adictivos, por lo que un ayuno puede convertirse en un verdadero proceso de desintoxicación.

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Pero por difícil que pueda parecer en un principio, los beneficios son múltiples, si no necesarios, pues el ayuno intermitente o de larga duración favorecen la autofagia. Mediante el ayuno estaríamos ayudando a nuestro cuerpo a eliminar componentes dañados, favorecer la regeneración celular, mantener nuestras neuronas en un buen estado y a prevenir enfermedades neurodegenerativas; también tendría un impacto positivo sobre distintas enfermedades hepáticas, intestinales y cardíacas.

Aunque algunos crean que esto es algo parecido a una moda reciente, lo cierto es que el ser humano evolucionó a través de la adaptación a épocas de alta escasez (ayunos forzosos). Incluso, para muchos, ayunar es un ritual sagrado o milenario (ayunos voluntarios). Pensemos en la Cuaresma cristiana, el Yom Kipur judío o el Ramadán musulmán. Los griegos cristiano-ortodoxos son llamados a ayunar 180 días al año, mientras los monjes budistas ayunan con la luna nueva y luna llena de cada ciclo lunar.


De este modo, la ciencia nos acerca una vez más a la espiritualidad y tradiciones o costumbres que eran asociadas a rituales religiosos, muchas veces asociados a comportamientos fanáticos o autoflagelatorios, hoy tienen el respaldo de la ciencia más ortodoxa y rigurosa, desmitificando así una práctica como el ayuno, que en estos tiempos de sobrealimentación y estimulación constante de la misma por parte de la publicidad invasiva que nos rodea, es tan necesario recuperar.

“En lugar de usar medicina, ayuna por un día” (Plutarco)

Los llamados ayunos intermitentes no son, pues, más que un redescubrimiento de una realidad histórica y cultural. Pero ¿por qué la ciencia ‘antiaging’ parece estar tan fascinada en los últimos tiempos con los ayunos? Bosquejando en la literatura publicada, ya en 1945 apareció un primer estudio de este tipo sobre ratones con aumento de longevidad de hasta un 20% con ayunos intermitentes. En 1983, otro estudio semejante realizado también con ratones mostró resultados favorables en la longevidad. En el año 2000, usando ratones hembra, la superioridad del ayuno intermitente fue clara: vivir 62 semanas frente a solo 47.

Cada año se publican decenas de estudios y artículos científicos mostrando los beneficios del ayuno intermitente, que van desde el fortalecimiento del sistema inmunitario hasta la capacidad del propio organismo de combatir la diabetes e incluso ralentizar el proceso de envejecimiento al alterar la actividad de las mitocondrias en nuestras células.

Otro ejemplo de esto es el estudio llevado a cabo por la Universidad de Wisconsin-Madison y publado en el año 2017 en el que se describe un mono Rhesus (con patrones de envejecimiento similares a los de los humanos) que al serle restringida desde su mediana edad la ingesta de calorías en un 30% seguía vivo con el equivalente a 130 años humanos.

AYUNO INTERMITENTE, REGENERACIÓN CELULAR 
Y PRODUCCIÓN DE CÉLULAS MADRE



PROTECCIÓN FRENTE A ENFERMEDADES DEGENERATIVAS


El doctor David Rubinsztein, profesor de neurogenética molecular de la universidad de Cambridge y miembro del Instituto de Investigación de la Demencia de Reino Unido es optimista sobre el futuro de la autofagia para tratar enfermedades. Su laboratorio descubrió que las proteínas forman “marañas” en las células nerviosas de las personas que tienen males como el Alzheimer o el Parkinson.

“Descubrimos que si activas la autofagia, el cuerpo puede deshacerse rápidamente de esas proteínas y eso protege contra enfermedades neurodegenerativas como el Huntington, el Parkinson y distintas formas de demencia”


Cerebro con enfermedad de Alzheimer, a la izquierda, comparado con un cerebro sano, a la derecha. Los expertos consideran que la acumulación de proteínas marca el inicio patológico de la enfermedad de Alzhéimer
Resumiendo; la autofagia es “activada” o “encendida” haciendo cambios en nuestra dieta y en nuestros hábitos diarios, por ejemplo, a través del ayuno intermitente (16 horas de ayuno-8 horas de ingesta), el cual nos permite entrar en ese proceso de auto regeneración celular de una manera menos agresiva de lo que supondría un ayuno a largo plazo.

Si tienes estilos de vida poco saludables y siempre estás comiendo entre horas o consumes comida basura, entonces no tendrás oportunidad de activar estos mecanismos naturales de regeneración celular. La ingesta constante de alimentos priva al cuerpo de esta capacidad innata, por lo que seguirás almacenando residuos en tus células, órganos y tejidos debido a la sobrealimentación a la que este se ve expuesto.

Cuando sobrepasamos la capacidad del cuerpo de deshacerse de los excesos a los que lo sometemos a través de una ingesta continua de productos ricos en proteínas o carbohidratos, así como de alimentos ricos en azúcares añadidos, estos se acumulan en el organismo en forma de residuos y de toxinas, lo que favorece el envejecimiento prematuro y la aparición de diversas enfermedades (insomnio, crhon, fatiga crónica, cáncer, etc… )

El ayuno no es autocastigo, no es religión… es la única forma de permitir que el cuerpo active dinámicas de autoregeneración y autosanación que no se pueden poner en marcha si nos seguimos sobrealimentando.

Nos han educado para comer entre 3 y 5 veces diarias. Ahora, Yoshinori Ohsumi, ha recibido el premio Nobel de Biología por desmontar una de las grandes falacias sobre nutrición que nos han inculcado desde pequeños.

Hacemos 3 comidas diarias, picamos entre horas… todo lo que nuestro cuerpo necesita para inhibir el mecanismo de la autofagia y convertirnos en seres enfermos y adictivos, dependientes de la industria alimentaria y de la medicina tradicional y sistemas de salud (públicos o privados). Recuperar nuestra autonomía es indispensable. En estos tiempos de desinformación es de vital importancia reconectar con nuestro cuerpo y recuperar el conocimiento innato que yace aletargado dentro de nosotros.

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