sábado, 11 de enero de 2020

Azúcar; la droga del S XXI


La droga más peligrosa de la historia, la cocaína del siglo XXI, un veneno, el nuevo tabaco… Son algunas de las frases alarmantes que se están utilizando últimamente para alertar sobre los peligros del azúcar. Ahora el sociólogo y periodista Miguel Ángel Almodóvar, que ha trabajado para el Centro Superior de Investigaciones Científicas, acaba de publicar “Azúcar, el enemigo invisible” (Arpa Editores), un manual para conocer mejor esta sustancia, “tomar consciencia de su alcance y ganarle la batalla”.

LOS PROBLEMAS DE SALUD QUE CAUSA

Cada vez hay más estudios que, según Almodóvar, relacionan el alto consumo de azúcar, con el riesgo de sufrir “síndrome metabólico”, un conjunto de dolencias que aumentan las posibilidades de padecer enfermedades crónicas como la diabetes tipo 2, enfermedades coronarias y hepáticas. Elementos clave de ese síndrome son el exceso de grasas en sangre o triglicéridos, colesterol alto, hipertensión, glucosa alta en sangre o grasa acumulada en el vientre.

Diabetes y problemas cardiovasculares son las patologías que más conocemos en relación con el abuso de productos azucarados. Pero el libro de Almodóvar recoge también, por ejemplo, el riesgo de sufrir daños cerebrales. Algunos estudios que cita “han deducido que a medida que se consumen más azúcar, el cerebro se siente abrumado por los niveles constantes y anormalmente altos de insulina y deja de percibir correctamente sus señalizaciones. Provoca deficiencias en la memoria y en las habilidades del razonamiento”.

No podemos obviar el gran problema de la obesidad… y el azúcar no ayuda precisamente a evitarla. “Todo indica que no son las grasas, ni la sal, ni el sedentarismo lo que ha provocado la actual pandemia de obesidad. Como escribía Jacques Peretti en The Guardian en 2013, es el alimento que comemos, más específicamente la gran cantidad de azúcar en los alimentos”.


Se han llevado a la pantalla numerosos documentales sobre la relación entre azúcar y obesidad. Además del conocido Super Size Me también podemos encontrar El dulce veneno, realizado por una televisión ecuatoriana; La pandemia de azúcar que alerta sobre el uso de jarabe de maíz de alta fructosa; o Sobredosis de azúcar, emitido en la 2 de TVE, que muestra cómo se manejan los lobbies del azúcar y las multinacionales de los refrescos azucarados.

DOCUMENTAL: “LIMITAR EL AZÚCAR ES LIMITAR EL CÁNCER
¿LOS DOCTORES SABEN ESTO?”


Aunque es un argumento polémico, Almodóvar habla de estudios e investigadores de organismos de primer nivel internacional (como el Memorial Sloan Kettering Cancer Center de Nueva York, el Huntsman Cancer Institute o el Beth Israel Deaconess Medical Center Cancer perteneciente a Harvard) que relacionan el consumo de azúcar con el incremento de las tasas de cáncer, “partiendo de la base de que el factor que relaciona la obesidad, la diabetes y el cáncer, la resistencia a la insulina, es el mismo para las tres dolencias”.

“Algunos centros dedicados a tratar el cáncer, como los Cancer Treatment Centers of America, han asumido plenamente esa idea y prescriben a sus pacientes dietas muy bajas en azúcar; pero la medicina convencional continúa anclada en viejos postulados que ignoran estas evidencias”, añade este divulgador.

AZÚCAR EN TODAS PARTES


Es importante, como consumidores, tomar consciencia de la cantidad de azúcar que tomamos, escondido en productos que no imaginamos que lo contengan. Actualmente “hay azúcar en casi todo, incluso en lo más insospechado como pueden ser el pan, el yogur, el ketchup y todo tipo de aderezos, tomate frito o barras energéticas, incluyendo algunos alimentos publicitados como “naturales” o “sanos”.

Según Almodóvar, “una marca líder de yogur contiene 7 cucharaditas o 29 gramos de azúcar por porción; una sola taza de cereal de salvado con pasas, en una caja cuya publicidad reza “sin jarabe de maíz de alta fructosa”, contiene 20 gramos de azúcar por porción”.

Recordemos que recientemente el fotógrafo Antonio Rodríguez publicó en Sinazucar.org, un proyecto de decenas de imágenes evidenciando la cantidad alarmante de terrones de azúcar a los que equivale ingerir algunos productos como dulces, postres o bebidas industriales. Echar una simple ojeada da una idea de la magnitud de la tragedia.

https://www.sinazucar.org/

LA INDUSTRIA NOS QUIERE ENGANCHADOS A LO DULCE

Los motivos por los que la industria añade tantos azúcares a los productos alimenticios son variados, pero puede que el más alarmante sea que la industria nos quiere bien enganchados.


Kara R. Goldfein y Joanne L.Slavin, investigadoras de la Food Science and Nutrition Department de la Universidad de Minnesota, publicaron un artículo en “Comprehensive Reviews in Food Science and Food Safety”, y explicado por Almodóvar, donde apuntan que “la adición de azúcar en alimentos que incluyen nutrientes de alta calidad puede aumentar la posibilidad de que se consuman”. Es decir, “los azúcares animan y fidelizan el consumo de los alimentos en los que se incluye”.

¿ES CIERTO QUE EL AZÚCAR ENGANCHA TANTO COMO ALGUNAS DROGAS?

Científicos consideran muy probable que el azúcar actúe en el cerebro humano, tal y como hacen el alcohol, los cigarrillos o la cocaína

“Un número estimable de científicos consideran muy probable que el azúcar actúe en el cerebro humano, tal y como hacen el alcohol, los cigarrillos o la cocaína, secuestrando las vías de gratificación y provocando dependencia”.

Uno de esos científicos es David S. Ludwig, profesor de medicina en Harvard, que publicó un estudio en American Journal of Clinical Nutrition según el cual “los carbohidratos altamente procesados y refinados, como el pan blanco y el azúcar, alteran la actividad cerebral en formas que nos hacen anhelarlos aún más, lo que significa que más allá de sus calorías y de su sabor, los azúcares pueden provocar síntomas relacionados con la adición, sobre todo en personas muy susceptibles, como los obesos”.

Después de hacer referencia a este y otros expertos, Almodóvar deduce que “el azúcar actúa en el organismo como una droga con un elevado potencial adictivo provocado por la enorme secreción de dopamina que actúa sobre el cerebro estimulando una ingesta posterior”. Es decir, cuanto más azúcar tomamos, más ganas tenemos de volver a tomar. Con el agravante que “para alcanzar el placer cada vez se necesitará consumir una cantidad mayor”.

Fuente: lavanguardia.com

MÁS ADICTIVO QUE LA COCAÍNA

Desde hace años es conocido el efecto de las altas concentraciones de azúcar en nuestra dieta, siendo uno de los responsables de la obesidad que pesa actualmente sobre nuestra sociedad, sin embargo, poco hemos escuchado hablar sobre el efecto del azúcar a nivel cerebral. Cosa que no es para tomar a broma, pues los efectos a nivel físico pueden ser reversibles, a nivel cerebral pueden ser permanentes.

La dopamina es un neurotransmisor que está presente en diversas áreas del cerebro y que es especialmente importante para la función motora del organismo. En un cerebro adicto su producción es inferior.

Es sabido por la mayoría de nosotros, que cuando realizamos comidas altas en azúcar se produce a nivel cerebral una liberación de Dopamina, un neurotransmisor asociado con el sistema del placer del cerebro, suministrando sentimientos de bienestar y confort.

Esta dopamina se libera desde las neuronas situadas en el área tegmental ventral hasta las estructuras como el núcleo accumbens, la amígdala, el área septal lateral y el neocórtex mediante proyecciones del ATV, produciendo una sensación placentera.

Curiosamente esta forma de actuar es muy parecida a la Cocaína.

Liberación del neurotransmisor Dopamina
al espacio sináptico por parte de una neurona
En nuestro cerebro, existen pequeños receptores, los receptores D2 de dopamina(llamémoslo DRD2 ) , que deben ser activados o encendidos para hacernos sentir placer. Es la dopamina la encargada de esta respuesta, donde el azúcar y otras drogas estimulantes aumentan la dopamina estimulando las adicciones a corto plazo.

El problema parece ser que las personas que ingieren compulsivamente azúcar tienen sistemas DRD2 que necesitan un mayor estimulo para sentir placer, dicho de otra forma, las personas que tienen adicción (cualquier tipo de adicción como lo es el azúcar) parecen tener menos receptores de dopamina D2 y necesitan una estimulación adicional para “encenderlos”.

Como podemos observar el azúcar va disminuyendo nuestro umbral, necesitando mayores dosis de dopamina (como de cocaína) para producir esa sensación placentera (Este efecto no se produce de forma tan drástica en drogas como la cocaína, por lo que la adicción al azúcar es mayor).

Dicha teoría quedó reflejada mediante estudios de resonancia magnética funcional en adolescentes (tanto delgados como obesos), donde se descubrió que en los cerebros de los adolescentes obesos no se “encendian” tanto los centros de recompensa de dopamina siendo más propensos a ser obesos y ganar un mayor peso a lo largo de su vida.

Por otro lado, diversos estudios han señalado que los medicamentos o nutrientes pueden modular la respuesta defectuosa de recompensa de la dopamina . En un estudio, la naltrexona, un antagonista de los opioides (bloquea los efectos de la heroína y la morfina en el cerebro) fue utilizado en adictos al azúcar. Cuando tomaron esta droga, la cual les impedía obtener la crisis adictiva al azúcar, se redujo su ansiedad disminuyendo el % de grasa.

Para comprender verdaderamente el efecto del azúcar como adicción, se comparó junto a una droga, y se llevó a cabo un experimento que consistía en permitir elegir a un grupo de ratas entre el consumo de cocaína a través de una vía intravenosa o beber agua endulzada.


El resultado fue que aún probando la cocaína de forma inicial, las ratas preferían seguir tomando esa agua endulzada. Además, un análisis retrospectivo de todos los experimentos en los últimos 5 años, reveló que no importa que tan fuerte fuese el consumo de cocaína, la mayoría de las ratas, abandonaban de forma rápida el consumo de cocaína en favor de la alternativa no farmacológica. Sólo una minoría, menos del 15% en la fase más profunda del consumo de cocaína.

Sin embargo, este no fue el único estudio que demostró la adicción al azúcar.

En 2007 la Universidad de Bordeaux volvió a comparar el azúcar con la cocaína. De nuevamente los animales volvieron a elegir el azúcar, llegando a la conclusión de que la dulzura intensa puede superar la recompensa producida por la cocaína, incluso en individuos sensibilizados a las drogas.

Se cree que dicho potencial adictivo de los resultados es debido a una hipersensibilidad innata de estimulantes del gusto dulce situados en el cerebro, donde se despertaría una sensación mucho más fuerte que con el caso de la cocaína.

Fuente: sportandcrohn.com

viernes, 10 de enero de 2020

Autofagia; despertando la capacidad de auto regeneración del cuerpo

Saltarse el desayuno podría ser una buena idea para renovarnos por dentro: favorece la autofagia, un proceso en el que la célula se come las partes averiadas que ya no le sirven


La autofagia es un mecanismo natural de regeneración que ocurre en nuestro cuerpo a nivel celular. Reduce la probabilidad de contraer ciertas enfermedades y prolonga la esperanza de vida.

Este mecanismo permite a las células luchar contra situaciones adversas y deshacerse de todo lo que se ha averiado o ya no les sirve. La palabra, derivada del griego, hace referencia a la idea de “comerse a uno mismo”, que sería el mecanismo a través del cual las células de nuestro cuerpo se degradan y reciclan sus propios componentes. Gracias a este ‘canibalismo’, el organismo se libra de las proteínas viejas e inservibles, e impide que se vayan acumulando y dando origen a patologías como el cáncer o el alzhéimer.

El asunto no es baladí y prueba de ello es que Christian de Duve, el científico que identificó este proceso y le dio nombre, recibió un Premio Nobel en 1974. Las investigaciones han proseguido y en 2016, otro científico, el japonés Yoshinori Ohsumi, recibió también un Nobel por sus hallazgos sobre el funcionamiento de este sistema de limpieza celular.

En 2016 el científico japonés Yoshinori Ohsumi ganó el premio Nobel por su investigación sobre los mecanismos de la autofagia, un proceso todavía poco estudiado. Su progreso contribuyó a un mayor entendimiento sobre enfermedades neurodegenerativas como el Parkinson o la demencia.

¿CUAL ES LA FUNCIÓN DE LA AUTOFAGIA?

El proceso de la autofagia fue identificado por primera vez en 1960, pero su importancia fundamental solo fue reconocida tras del trabajo de investigación de Ohsumi durante la década de 1990.

Este proceso provee a nuestro cuerpo de combustible para generar energía y le da los “bloques de construcción básicos” necesarios para la renovación celular. Así, las células usan la autofagia para deshacerse de proteínas dañadas y de orgánulos u organelos, que son las distintas estructuras contenidas en el citoplasma de una célula.

​Por ejemplo, después de una infección, mediante el proceso de la autofagia, podemos destrozar los virus y bacterias induciendo este proceso de manera natural.

Durante años, los científicos se han afanado en identificar de qué manera se puede estimular la autofagia, pues ello sería una clave para luchar contra diversas enfermedades, tanto físicas como neurodegenerativas e incluso revertir el deterioro provocado por el envejecimiento. Lo más sorprendente es que uno de los hallazgos ha sido que probablemente la vía más eficaz para activar este proceso sea la privación de nutrientes, es decir; el ayuno.

“El concepto de ayuno intermitente está cobrando cada vez más fuerza -corrobora el doctor Ángel Durántez, pionero de la aplicación en España de Age Management Medicine-. Yo lo he puesto en práctica con muchos pacientes y los resultados son muy potentes. Lo ves en los análisis: colesterol, glucosa, hemoglobina glicosilada, insulina, triglicéridos, tensión arterial… Todo disminuye. Al incluir periodos de ayuno se activan unas rutas metabólicas diferentes”.

“Biológicamente, la comida produce la activación de ciertas vías metabólicas (ligadas con el crecimiento y el anabolismo), mientras que el ayuno activa otras rutas (asociadas a la regeneración y al catabolismo)”.

Por decirlo de una manera sencilla: comer nos ayuda a crecer; ayunar, a regenerarnos.


Tenemos, pues, un software de autorreparación y autorregeneración incorporado en nuestro propio cuerpo, el problema es que el paradigma alimentario actual, que nos incita a hacer un mínimo de 3 a 5 ingestas de comida diarias, lo interrumpe y anula por completo. De esta manera, nuestro cuerpo no solo no puede autorrepararse, sino que comienza a acumular desechos y toxinas hasta que colapsa, traduciéndose este mal funcionamiento celular en enfermedades y trastornos varios, tanto físicos, como emocionales y mentales.

Necesitamos periodos de nutrición y crecimiento, pero también periodos de abstinencia y regeneración. Tiene mucho sentido a la luz de la evolución. Durante cientos de miles de años, nuestros ancestros alternaban etapas de abundancia con otras de abstinencia. Era común pasar varios días sin comer, pero cuando lograban dar caza a un gran animal se daban un festín.

En la actualidad, hemos mantenido las grandes comilonas, pero nos hemos olvidado de los momentos de escasez.

AYUNO INTERMITENTE


Hoy, en nuestro mundo occidental y sobrealimentado, tenemos comida a nuestro alcance permanentemente, por lo que el ayuno es una elección que debemos tomar conscientemente, y aún siendo conscientes de sus beneficios, los periodos de abstinencia, ya sean horas o días, pueden ser muy difíciles de llevar. Es necesario recordar que los alimentos que consumimos en la actualidad no tienen la pureza ni la calidad de los alimentos que se consumían antaño, entre otras cosas, debido al alto nivel de químicos y aditivos alimentarios (colorantes, conservantes, azúcares añadidos, semillas transgénicas…) que además de ser tóxicos y perjudiciales para la salud, sobrecargando nuestro cuerpo de toxinas, también son adictivos, por lo que un ayuno puede convertirse en un verdadero proceso de desintoxicación.

ARTÍCULO RECOMENDADO: AZÚCAR, PEOR QUE LA COCAÍNA (LA DROGA DEL S XXI)

Pero por difícil que pueda parecer en un principio, los beneficios son múltiples, si no necesarios, pues el ayuno intermitente o de larga duración favorecen la autofagia. Mediante el ayuno estaríamos ayudando a nuestro cuerpo a eliminar componentes dañados, favorecer la regeneración celular, mantener nuestras neuronas en un buen estado y a prevenir enfermedades neurodegenerativas; también tendría un impacto positivo sobre distintas enfermedades hepáticas, intestinales y cardíacas.

Aunque algunos crean que esto es algo parecido a una moda reciente, lo cierto es que el ser humano evolucionó a través de la adaptación a épocas de alta escasez (ayunos forzosos). Incluso, para muchos, ayunar es un ritual sagrado o milenario (ayunos voluntarios). Pensemos en la Cuaresma cristiana, el Yom Kipur judío o el Ramadán musulmán. Los griegos cristiano-ortodoxos son llamados a ayunar 180 días al año, mientras los monjes budistas ayunan con la luna nueva y luna llena de cada ciclo lunar.


De este modo, la ciencia nos acerca una vez más a la espiritualidad y tradiciones o costumbres que eran asociadas a rituales religiosos, muchas veces asociados a comportamientos fanáticos o autoflagelatorios, hoy tienen el respaldo de la ciencia más ortodoxa y rigurosa, desmitificando así una práctica como el ayuno, que en estos tiempos de sobrealimentación y estimulación constante de la misma por parte de la publicidad invasiva que nos rodea, es tan necesario recuperar.

“En lugar de usar medicina, ayuna por un día” (Plutarco)

Los llamados ayunos intermitentes no son, pues, más que un redescubrimiento de una realidad histórica y cultural. Pero ¿por qué la ciencia ‘antiaging’ parece estar tan fascinada en los últimos tiempos con los ayunos? Bosquejando en la literatura publicada, ya en 1945 apareció un primer estudio de este tipo sobre ratones con aumento de longevidad de hasta un 20% con ayunos intermitentes. En 1983, otro estudio semejante realizado también con ratones mostró resultados favorables en la longevidad. En el año 2000, usando ratones hembra, la superioridad del ayuno intermitente fue clara: vivir 62 semanas frente a solo 47.

Cada año se publican decenas de estudios y artículos científicos mostrando los beneficios del ayuno intermitente, que van desde el fortalecimiento del sistema inmunitario hasta la capacidad del propio organismo de combatir la diabetes e incluso ralentizar el proceso de envejecimiento al alterar la actividad de las mitocondrias en nuestras células.

Otro ejemplo de esto es el estudio llevado a cabo por la Universidad de Wisconsin-Madison y publado en el año 2017 en el que se describe un mono Rhesus (con patrones de envejecimiento similares a los de los humanos) que al serle restringida desde su mediana edad la ingesta de calorías en un 30% seguía vivo con el equivalente a 130 años humanos.

AYUNO INTERMITENTE, REGENERACIÓN CELULAR 
Y PRODUCCIÓN DE CÉLULAS MADRE



PROTECCIÓN FRENTE A ENFERMEDADES DEGENERATIVAS


El doctor David Rubinsztein, profesor de neurogenética molecular de la universidad de Cambridge y miembro del Instituto de Investigación de la Demencia de Reino Unido es optimista sobre el futuro de la autofagia para tratar enfermedades. Su laboratorio descubrió que las proteínas forman “marañas” en las células nerviosas de las personas que tienen males como el Alzheimer o el Parkinson.

“Descubrimos que si activas la autofagia, el cuerpo puede deshacerse rápidamente de esas proteínas y eso protege contra enfermedades neurodegenerativas como el Huntington, el Parkinson y distintas formas de demencia”


Cerebro con enfermedad de Alzheimer, a la izquierda, comparado con un cerebro sano, a la derecha. Los expertos consideran que la acumulación de proteínas marca el inicio patológico de la enfermedad de Alzhéimer
Resumiendo; la autofagia es “activada” o “encendida” haciendo cambios en nuestra dieta y en nuestros hábitos diarios, por ejemplo, a través del ayuno intermitente (16 horas de ayuno-8 horas de ingesta), el cual nos permite entrar en ese proceso de auto regeneración celular de una manera menos agresiva de lo que supondría un ayuno a largo plazo.

Si tienes estilos de vida poco saludables y siempre estás comiendo entre horas o consumes comida basura, entonces no tendrás oportunidad de activar estos mecanismos naturales de regeneración celular. La ingesta constante de alimentos priva al cuerpo de esta capacidad innata, por lo que seguirás almacenando residuos en tus células, órganos y tejidos debido a la sobrealimentación a la que este se ve expuesto.

Cuando sobrepasamos la capacidad del cuerpo de deshacerse de los excesos a los que lo sometemos a través de una ingesta continua de productos ricos en proteínas o carbohidratos, así como de alimentos ricos en azúcares añadidos, estos se acumulan en el organismo en forma de residuos y de toxinas, lo que favorece el envejecimiento prematuro y la aparición de diversas enfermedades (insomnio, crhon, fatiga crónica, cáncer, etc… )

El ayuno no es autocastigo, no es religión… es la única forma de permitir que el cuerpo active dinámicas de autoregeneración y autosanación que no se pueden poner en marcha si nos seguimos sobrealimentando.

Nos han educado para comer entre 3 y 5 veces diarias. Ahora, Yoshinori Ohsumi, ha recibido el premio Nobel de Biología por desmontar una de las grandes falacias sobre nutrición que nos han inculcado desde pequeños.

Hacemos 3 comidas diarias, picamos entre horas… todo lo que nuestro cuerpo necesita para inhibir el mecanismo de la autofagia y convertirnos en seres enfermos y adictivos, dependientes de la industria alimentaria y de la medicina tradicional y sistemas de salud (públicos o privados). Recuperar nuestra autonomía es indispensable. En estos tiempos de desinformación es de vital importancia reconectar con nuestro cuerpo y recuperar el conocimiento innato que yace aletargado dentro de nosotros.